El fútbol en Italia es “Catenaccio” y contragolpe, una idea respetable y que a ellos les ha dado resultado, por ello cuando llegó Sacchi con sus ideas, muchos en su país se echaron las manos a la cabeza. Todo hasta que ensambló la maquinaria perfecta que engranó en Milán. Y es que por entonces este joven técnico había despuntado con sus ideas en el Parma, Arrigo había reunido en su manual todo lo que había aprendido en su país y en sus viajes por el Viejo Continente. Así logró captar la atención de Silvio Berlusconi, que apostó por él y tomó la decisión que colocaría al Milan en la cima del fútbol europeo y Mundial.
Para comprender un poco mejor la base del éxito de este legendario conjunto dirigido por Sacchi debemos de partir de la base de que todos los movimientos defensivos de un equipo parten del entrenamiento sistemático y la búsqueda de la perfección en la coordinación entre líneas. Arrigo en este punto era un maestro y tenía sobre el terreno de juego a un hombre como Baresi, que tenía en su cabeza todo el manual táctico de su entrenador, y lo que es aún más difícil, era capaz de expresarlo con exactitud matemática sobre el terreno de juego. Sacchi tiraba el achique de manera sistemática para facilitar la recuperación rápida de balón. Franco Baresi era el prototipo perfecto de “Uomo Scopa” (Hombre Escoba), aquel que se desenvuelve un paso atrás de la línea de cuatro que compone y manda, desde donde “barre” o “limpia” la zona o los huecos dejados por sus compañeros. Desde esa posición colocaba a todo su equipo, mandaba la línea para adelante o la replegaba en función de la distancia del jugador más cercano a la pelota. Mandaba, gritaba, corregía… su misión era que el equipo no perdiera el orden y siempre estuviera en superioridad, estuviera donde estuviera la pelota. Con estas premisas se forjó un equipo que hacía un perfecto ejercicio defensivo a nivel colectivo y que convirtieron la trampa del fuera de juego en un arte.
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